jueves, 31 de marzo de 2011

GASCUE


Emilio José Brea García
En el Tomo I del libro EL PAPEL MONEDA DOMINICANO 1782-1912 escrito por Miguel Estrella e Isaac Rudman (*) aparece una referencia que tiene que ver con el origen del nombre de la tradicional barriada capitalina (o capitaleña). Está en la página 28 y citamos textualmente:

“En una auditoria realizada al Contador Real de Santo Domingo, don Francisco Gascue Olaíz, se encontraron algunos fajos de billetes falsos, dando motivo a una investigación en la que se involucró al funcionario real en el acto doloso. Hecho prisionero, fue conducido a Caracas, desde donde nunca más regresó ni se supo de él. A Francisco Gascue se le debe el nombre de un importante sector de la ciudad de Santo Domingo. Antiguamente la avenida Bolívar fue conocida como Camino de los Gascue por conducir desde la zona intramuros hasta la haciendo donde vivía con su familia” La cita se refiere al año 1784. (*) Para el Banco Popular Dominicano ISBN 99934-6711-1, en el año 2003, por Editora Amigo del Hogar.

La topografía ascendente desde el mar, muy suavemente, y las previsiones contra el embate de los vientos huracanados, forzaron a la ciudadanía a edificar distanciándose del acantilado marítimo, buscando en los puntos altos, las garantías panorámicas paisajísticas y los vientos frescos pero no peligrosos.

No es otra la razón por la que esta barriada esté donde está. Pero el entorno no dejó de ser un caldo de cultivo especulativo. Las familias mas pudientes eran propietarias de esos terrenos, los mejores del contorno de la capital dominicana con vocación urbanizable por ser casi planos, y esas familias no se llevaban muy bien entre sí, competían política, social y económicamente.

Los Polanco, Lugo, Báez, Vicini, Henríquez, Arvelo y Pichardo con los nombres que aparecen en el plano realizado por el General Casimiro Nemesio De Moya como propietarios de los terrenos dentro del sector que ahora conocemos como Gascue, aunque por extensión para muchos Gascue es una utopía denominada Gran Gascue, que llega al malecón por el sur y desborda hasta la 27 por el norte, limitándose con la 30 de marzo por el este mientras por el oeste colinda con los predios universitarios. Eso no fue nunca así ni es así. Ahora ya Gascue es mucho mas pequeño que lo que fue originalmente.

En el plano indicado, la hacienda de los Gascue aparece en el sector noroeste, por encima del Camino de Santa Ana que originalmente era la actual calle Enrique Henríquez siguiendo el empalme con la Bolívar. Extrañamente según De Moya y siempre por su plano, la hacienda fue poseída hasta principios del siglo XX por los descendientes de Francisco Gascue Olaíz puesto que se seguía identificando con el primer apellido del descendiente de vascos o navarros (y tras haber tenido aquellos problemas en 1784). Si tuviéramos que ubicar ahora aquella hacienda, que dio nombre al barrio, señalaríamos como su epicentro, La Plaza de la Cultura, puesto que en el plano señalado, aparece sobre la ubicación de la playa de Guibia (latitud) y a la altura del subsector de La Generala (altitud), donde actualmente está el Palacio Nacional.

Realmente sus límites originales, una vez ya definidos los lotes, abiertas las calles y consolidado el barrio, eran la actual calle Francia, que era la del Esperillón o Esperilla, hacia el norte, la actual Dr. Delgado al este, al sur la Bolívar y Máximo Gómez hacia el oeste. Son 10 calles norte sur y viceversa, y apenas 7 este oeste y viceversa. 17 calles y Menos de 50 cuadras o manzanas.

La barriada se desarrolló como una urbanización atípica, no obstante el malhumor de los vecinos en sus relaciones de colindancia. La barriada no tuvo que reservar áreas verdes porque toda ella era verde, completamente, ya que inauguró el sistema de espacios en retiros como linderos entre casa y casa dentro de la ciudad. Dejar jardines frontales, laterales y traseros o posteriores, no era usual ni se había experimentado con ello en ninguna barriada hasta el momento en que empieza la notificación de Gascue. Si era ya una usanza en El Vedado (San Cristóbal de La Habana), en Santurce y el Condado (San Juan Bautista de Puerto Rico) y lo empezaba a ser en Manga (Cartagena de Indias (Colombia).

Ni idea del mago que logró ponerlos de acuerdo en dejar esos retiros y respetarlos. Pero el que fuera no logró hacer coincidentes las calles de Gascue con las calles de La Primavera, al sur. Desde que se pasa la Av. Bolívar se evidencia el malestar. Moncito Báez contaba esto con mucho humor. Su casa paterna, situada en la esquina de la Av. Independencia con Osvaldo Báez (en homenaje a su padre) ahora es un negocio y estuvo allí el memorable y popularísimo restaurante Blanquiní cuando “bajó” de la parte alta (c/ Paraguay esquina Av. M. Gómez) casi al centro de la capital dominicana de finales de los años setenta. En consecuencia La Primavera no pudo tener continuidad de vías, en armonía con Gascue dejando a Santo Domingo con un conflicto de transito, de transporte y tráfico que se agudizó con el tiempo mientras ningún gobierno municipal, ahora constitucionalmente “alcaldías”, hicieron nada por solucionar el problema físico de enlace vial entre norte y sur y viceversa.

Gascue lejos de ser un concepto y siendo una barriada, es todavía un lugar emblemático, simbólico y memorable; lo fue de alcurnia, de altura y revuelo social, lo es como referente espacial y arquitectónico histórico, en el proceso de crecimiento urbano de la capital dominicana. Allí vivían los poderosos, los que alentaron y fueron poderes y los que tuvieron que enfrentar esos mismos poderes cuando el choque político fue mayor que el comercial, cuando los intereses económicos, absurdamente, traspasaron lo social y humillaron lacerantemente lo humano. Allí, quedaba la Estancia Radhamés donde vivió el gran dictador, rodeado de sus amistades y acólitos, las mismas que le ajusticiaron cuando el escarnio avanzaba amenazante hasta los aposentos de ellos mismos. Con esas fechas, terminó el auge y empezaría el decrecimiento, el abandono, el otro escarnio. -917-

GASCUE ARQUITECTÓNICO El texto a continuación es preambular. Intenta apuntalar un criterio9 reflexionado por años. No es concluyente, es personal, discutible y hasta especulativo, si se quiere, pero adelanta un juicio independiente, del que carecemos…

Cuando se consolidaba Gascue volvíamos a ser invadidos militarmente y el plan expansionista norteamericano que había tenido éxito en la vecindad inmediata (1898), con la pérdida española de Puerto Rico en el Caribe (mientras perdía Guam, Hawai y Filipinas en el Pacífico) y la intervención administrativa de Cuba como protectorado, se puso en marcha en el territorio de República Dominicana mientras ya lo hacía desde 1914 en Haití, como un intento más que venía fallando desde mucho antes, cuando Napoleón III y la Bahía de Samaná (1807), y luego por la misma bahía y los mismos norteamericanos -si no es por Mr. Charles Sumner- (1870). EE.UU. estaba creciendo y con las habituales excusas de siempre, entró en su segunda gran guerra, la hispanoamericana (la primera 1846-48 fue fronteriza con México y ya ustedes saben que México perdió el 51% de su territorio y por simple casualidad, los estados petroleros). Todo generado tras las ínfulas patrióticas y expansionistas nacidas de la guerra civil o secesionista que dio paso al bandolerismo que luego fue llevado exitosamente al cine con una pléyade de pistoleros. Así llegaron hasta el istmo de Panamá y entraron a la guerra hispanoamericana contra España con la excusa de que le habían dinamitado el barco mercante Morro Castle, fondeado en la Bahía de La Habana (luego se demostró que fueron ellos mismos los que lo hicieron y ha tenido que excusarse nada mas que el Congreso de los EE.UU. ante España… aunque ya un poco tarde). Esa guerra duró nada más que un año, suficiente para que España sufriera su mayor derrota militar en la historia debiendo ceder, por el tratado de París de 1910, los territorios antes citados. Pero RD quedó en el medio de la voracidad norteamericana. Con los años se ha demostrado que solo Vietnam ha luchado más por ser independiente, aunque sea ingenuamente, que los dominicanos. Ya con entrenamiento ante los ingleses y los propios españoles, y posteriormente contra los haitianos, tras conseguir la separación que los historiadores denominan independencia por racismo, cosa que sí se logró contra España en la Restauración, el pueblo dominicano había adquirido fama de difícil. Y en esa dificultad no se quiso meter parte del senado norteamericano que no aprobó la anexión de Samaná (1870) y posteriormente, desaprobó el plan de ocupación y sacó las tropas en 1924, tras 8 años de intervención militar y aduanal, además de otras administraciones como fue con la educación, la salud, el transporte y la vivienda.

Aunque el término vivienda es sociológico, por extensión se le aplica a las construcciones de carácter habitacional. Y las casas propuestas por los interventores para tropicalizar el ambiente construido y sanearlo, intentaron una penetración cultural que fue resistida por la herencia cultural hispanoamericana que replicó al esquema “bungaló” (provincia de Bengala o Bangladesh, India, extrapolada por los ingleses y trasladadas experimentalmente por F. Ll. Wright a las llanuras de Wisconsin, EE. UU.) con las casas neohispánicas de Gascue. Fue una sutil embestida de las casas de las praderas que intentó imponer el ejercito de ocupación con el modelo Wright -niano- vía el contratista Antonín Nechodoma (1897-1928) que había trabajado con el genio norteamericano, y otro de nombre John Smith (según planos firmados en la Escuela Brasil, en San Carlos) pues además hicieron escuelas y hospitales.

Estas modalidades fueron vistas como una expresión estética arquitectónica subliminalmente impositiva, producto de la política normativa del gobierno de ocupación. Estados Unidos expandía su experiencia habitacional panameña al resto del Caribe ocupado por ellos.

El chalet de Gascue es la contraposición al bungaló de influencia y/o inspiración gringa.

Pero con el tiempo siguieron los poderes haciéndole daño a Gascue y en medio de la dictadura, cerca de 1943-45, edificaron allí no solo la PN sino también la maternidad, fuera de lugar, en vez de colocarla en Villa Juana, por ejemplo; y un liceo donde ahora está el Museo Nacional de Historia y Geografía. Luego a mediados de la década del setenta (´70) vino la última y más fatal de las embestidas con la edificación de la “Plaza” (que debió ser “Centro”) de la Cultura, y los edificios “escoltas” (Superintendencia de Bancos, Banco Central, Huacal y otro destinado a las recaudaciones e impuestos). Así se perdió el embrión de Gascue y se irradió todo un problema colateral de derivación inmediata con las Ferias del Libro, las demandas de estacionamientos, los negocios relacionados, y la rentabilidad del suelo comercialmente.

En consecuencia, tengan listas sus cámaras fotográficas, porque lo que veremos es lo que queda de Gascue, un barrio en extinción, afectado por la desidia del propio estado.


Escrito por Emilio José Brea García, Arqto. Tour Conductor
Secretario General de la Fundación Erwin Walter Palm

jueves, 17 de marzo de 2011

¿GAZCUE O GASCUE? SEGUNDA PARTE

"El origen de la duda es que GAZCUE es un apellido vasco (euskera), y en estos apellidos la Z se pronuncia suave casi S. Pero al escribir en grafía castellana, el desconocedor (castellano), puede escribirlo con S o Z por no diferenciar el sonido. Por lo tanto gramaticalmente mas correcto siempre sería con Z, pero dado que los apellidos no tienen porque ser gramaticalmente correctos, pienso que lo correcto en este caso sería escribirlo tal como oficialmente lo escribía la persona originaria del apellido. NOTA: GASCUE (con ese) es un pueblo de navarra, pero en su grafía vasca moderna posiblemente se escriba GATZKUE."


Colaboracion de CARLOS ARGUIBIDE

lunes, 14 de junio de 2010

SOMOS COMO VIVIMOS

IAizpun@diariolibre.com


Salvemos Gascue, exigía Caoba Azul hace unos 20 años. Pero nadie les hizo caso.

Lo que hoy piden Víctor Ml. Durán y Emilio José Brea es que nos detengamos a mirar en pueblos, campos y ciudades, la arquitectura propia de esta tierra. Si no la miramos, la entendemos y nos la explicamos mejor, será difícil que perviva.



En su libro Arquitectura Popular Dominicana se aprenden palabras bellísimas como tejemanil o guardamalletas. Palabras que cualquiera sabía antes y que ahora estamos a punto de olvidar.

A estos dos arquitectos sólo les ha tomado unos 20 años de trabajo recoger ventanas, patios, respiraderos, tímpanos y aldabas, de las casas de alegres colores, humildes materiales, y acogedores puntos de reunión en que se ha desarrollado la vida de los dominicanos durante siglos.

La cuestión es que "la casa", como se lee en el libro y citando a Manuel Rueda "es lo central, un punto genuino de partida y de llegada. "Un espacio que es "símbolo inalterable de su clase e incluso su carácter", hablando de quien la habita.

Este volumen, realidad gracias al Banco Popular, no es sólo para arquitectos. Se lee con placer y se disfrutan las magníficas fotografías, que enseñan a mirar lo que ven los ojos curiosos de unos profesionales empeñados en contagiarnos su amor por la identidad de esta arquitectura.

Pensamos como hablamos y somos como vivimos. Y, avisan los autores, hay una manera de hacerlo que debe perdurar.


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domingo, 16 de mayo de 2010

EL "INSTITUTO-ESCUELA" EN MIS RECUERDOS

Por Juan Rafael Pacheco (Johnny)
juanrpacheco56@alumni.nd.edu


En septiembre de 1942 tenía yo cinco años. Desde tres años antes había sido alumno del Colegio Quisqueya, en la calle 19 de Marzo, ya en aquel momento un viejo caserón que luego ocuparía el Listín Diario. De esa época guardo recuerdos imperecederos, que en algún momento compartiré con mis lectores.

Iba a entrar al Primer Curso de Primaria, y el Quisqueya de ahí en adelante era sólo para niñas. Fue así como Papá y Mamá decidieron llevarme a una nueva escuela que se estaba iniciando en la calle Crucero Ahrens, cerca del Parque Ramfis, ahora Eugenio María de Hostos. Se trataba del Instituto-Escuela.

Hasta hace relativamente poco tiempo, la casa que albergó el Instituto estaba ahí todavía. Recuerdo sus muros, construidos en esos bloques que hacían en la Fábrica de Mosaicos Tavares, con la superficie corrugada, creando un efecto muy agradable. Estaba pintada de gris. Creo que el techo era de zinc pintado de rojo.

Los niñitos entrábamos a pie por la puerta vehicular, directamente al fondo de la casa, donde había una amplia enramada que servía de aula para los de Primer Curso, toda abierta, con sus pequeños pupitres pintados de distintos colores muy alegres. Disfrutábamos de una brisa muy fresca todo el tiempo, y había mucha algarabía, mucho alboroto. Así recuerdo esos primeros días. Muchas palmeras, matas de cayenas siempre florecidas, helechos, mucho verde. Tiestos también, con matas muy bonitas. Hacia el fondo, allá a la izquierda, los cuartos de baño. Es posible que en el patio también hubiera una mata de limoncillos. Más allá, bien al fondo, el Mar Caribe.

Nuestra maestra era doña Meca, la señora América de Betances, a quien quise entrañablemente. Y de mis primeros amiguitos, Bernardo Enrique Pichardo Ricart, "Ique", una amistad que nos duró toda la vida. De ese inicio, una imagen que por algún motivo se me ha quedado por siempre grabada, ha sido la de la llegada cada mañana del chofer de Ique a llevarle su merienda, la cual incluía un jugo que para mi era totalmente exótico y desconocido por lo poco usual, el jugo de tomate, el cual le traían en una de esas pequeñas jarras de vidrio que luego se utilizaron mucho para poner azúcar.

Y recuerdo también el día en que Ique quedó en recogerme en casa para ir a pasear a algún sitio, y me dejó esperando, me hizo "plancha". ¡En ese momento, a los cinco añitos, cuánto me dolió eso! Sin embargo, nunca se lo tomé en cuenta, y años después bromeamos más de una vez recordando aquel "grave" incidente.

La Directora del Instituto, alguien para mi igualmente inolvidable: Doña Guillermina Medrano de Supervía. Mujer de cabello muy negro, tez con ligero tinte oliva, nariz aguileña, ojos vivaces, manos hermosas muy bien arregladas, impecablemente vestida de blusa mangas largas y falda, a veces con chaqueta, tacos altos, y un hermoso --y en ese momento extraño para mi--, acento español. Abierta, cariñosa, acogedora, recta y correcta. Una mujer extraordinaria.

A Doña Guillermina no la recuerdo en el aula, aunque sí visible y accesible en todo momento. Mis otros maestros, el Sr. Cuesta -Alfredo de la Cuesta--, su esposa doña Estela, el Sr. Alfredo Matilla, el Sr. Pingarrón y otros más. Digno de mención especial, nuestro maestro de pintura, José Vela Zanetti. Y entre todos, en un lugar especialísimo para mi, don Emilio Aparicio, mi querido Sr. Aparicio, y su esposa, mi muy querida doña Antonia Blanco Montes, todos ellos llegados al país en aquella oleada de intelectuales españoles republicanos que escapaban del régimen de Franco al concluir la Guerra Civil.

Tengo la impresión de que ya para el Segundo Curso nos habíamos mudado a La Primavera, en Gazcue, al edificio que todos llamábamos "la gatera", supuestamente -según decíamos-construido sobre los restos de lo que fuera la gatera del Hipódromo La Primavera. En mayo de 1944 empecé a tomar clases particulares con don Emilio Aparicio , "de 2 a 3" de la tarde, según anoté en el cuaderno que aún conservo.

¡Qué época aquella! Las clases que me impartía don Emilio, a mí, un niño de apenas siete años, son admirables. El Sr. Aparicio lo que me enseñaba era cultura literaria, composición, ortografía, vocabulario, dicción, declamación. En el cuaderno, salpicado con numerosísimas anotaciones hechas por don Emilio indicándome tareas o ejercicios a realizar, lo primero que me dicta es la "Plegaria", de Carmen Natalia. Luego, el "Epitalamio Aldeaniego", de Tirso de Molina, seguido por una breve biografía, y así con cada autor que estudiábamos. Poemas de Rafael de Alberti, Luis Cernuda, Juan Bautista Lamarche, Arsenio Esguerra ("Partir... decirse adiós... y en un abrazo los suspiros las lágrimas mezclar..."); ejercicios de escribir consonantes, asonantes, completar poesías, ¡escribir poesías!, completar párrafos completos intercalando la justa palabra que le diera sentido, o sustituyendo una descripción por la palabra correspondiente (i.e. como "comienzo" de la novela, había una dedicatoria/como "prefacio" de la novela, había una dedicatoria; Berlín, después de atacada, quedó "sin un edificio en pie"/Berlín, después de atacada, quedó "desmantelada"). ¡Siete años!

Los ejercicios de vocalización, admirables. Repetir en voz alta:

Al, el, il, ol, ul,

Aieil, eieil, iaieil, oaoel, ueueil,

Alil, olel, eael, uail, ioaeil,

Ar, er, ir, or, ur,

Air, aer, aor, aur,

Arir, areivir, orear, uar, ieoraer...

Sin embargo, el Sr. Aparicio nunca hizo porque yo adquiriera la pronunciación española de la ce, la zeta, o la de al final de las palabras. Y junto con doña Antonia, más de una vez, a la Radiodifusora HIZ, tomando parte en sus programas culturales y minidramas.

El uniforme de gala era todo blanco. Las niñas, trajecito con mangas cortas, y los varones, pantalón blanco y chaqueta mangas largas bien almidonados, y ambos, niños y niñas, con un gran lazo azul en el cuello, que nos cubría el pecho. Así aparecemos un buen grupo, todos nosotros resplandecientes, en la foto tomada el 10 de julio del 1943 en los hermosos jardines de la Embajada Americana, invitados por el Embajador Avra Warren para que escenificáramos allá una velada teatral, ante un nutrido grupo de invitados, agasajándonos a seguidas con una gran fiesta. Entre otros, Erwin Cott, Aquilito Peynado, Ernestín Vitienes, Johnny Pacheco, Willy Mario Sander, Miguel Antonio Guerra, Ique Pichardo, Guillermito Santoni, Ernesto Andrés Mathiss, Silvia Troncoso, Olguita López-Penha...

Luego de haber aprobado el Segundo Curso, Mamá fue informada que me iban a brincar el Tercero y pasarme directamente al Cuarto, ya que los maestros entendían que yo me aburría en las clases. Al terminar el Cuarto, decidieron prepararme el Quinto en las vacaciones, pasé los exámenes, y jadeando entré a Sexto Curso con ocho años y nuevos compañeros, entre otros, Ligia Evangelina Bonetti Guerra, Alma Estela Lluberes Henríquez, Amadita Pittaluga Nivar, Gilbertico Sánchez Lustrino, mi primo hermano Pilón (José Manuel) Pacheco Morales, Inés Silver, mi hermana Mami y otros más. Ya a partir de ese momento, mis compañeros de estudios siempre me habrían de llevar por lo menos un par de años.

Mi novia del momento, Ligia Evangelina. En ese sexto curso floreció el romance, aún cuando nunca estuve seguro de si ella se daría cuenta. Lo cierto es que siempre trataba de sentarme en el mismo banco que ella, y cuando mi brazo derecho lograba rozar aún ligeramente el izquierdo de Ligia, me parecía que estaba en el mismo cielo. En algún momento, ya adultos, tuve la confianza de discutir "seriamente" con Ligia lo sucedido en aquella época, lo cual celebramos alegremente.

Memorable la velada que nos dirigió don Emilio en el Teatro Independencia, a casa llena, en la que presentamos un sainete basado en la historia de Sancho Panza en la Insula de Barataria, y en la que trabajamos todos nosotros. El personaje principal, claro, era Sancho Panza, y me correspondió a mí darle vida, siendo acogida mi actuación con repetidos aplausos, "impecable", de acuerdo con crónicas de la época. Memorable también las presentaciones del Teatro Guiñol en el amplio vestíbulo del Instituto, --que fungía de Salón de Actos--, y que todos los alumnos disfrutábamos enormemente, algo totalmente novedoso en nuestro ambiente aldeano de la época.

En la primavera del Sexto Curso, 1946, se presentó en el Instituto una verdadera tormenta. Nosotros los muchachos no podíamos saber ni nos dábamos cuenta de lo que estaba pasando, pero el malestar era grande. Y así fue como una tarde desagradabilísima se interrumpieron las clases, y nos fuimos todos al patio a protagonizar una gran batalla campal. De un lado, los que estaban con don Babá Henríquez, propietario del edificio del Instituto, y del otro, los que estábamos con doña Guillermina, nuestra Directora. Aquello fue increíble. Gracias a Dios que el pleito se interrumpió antes que la sangre llegara al río.

Ese verano, entonces, Doña Guillermina hizo reuniones con los padres, y finalmente decidió independizarse, contando con el apoyo de un gran número de ellos, entre otros Papá y Mamá. En septiembre inauguramos el nuevo Instituto-Escuela "Guillermina Medrano de Supervía", instalado en una inmensa casa de bloques y madera en la calle Benito Monción, en lo que hace ya muchos años es el Instituto de Auxilios y Viviendas (Savica).

Ahí empezamos el Séptimo Curso, en un ambiente rodeado de hermosos árboles centenarios, muchos frutales, mucha tierra negra, mucha sombra, mucho fresco, una gran galería, y nuevos compañeritos. Hago amistad con Odette. En algún momento, le pregunto a una de las "grandes" del Bachillerato, amiga mía, que por qué no sabemos el apellido de nuestra nueva amiguita. Y me susurra al oído que lo que sucede es que es hija de Trujillo, y que de eso no se habla, y punto. Santo remedio.

Ahí en el Instituto-Escuela fueron un día a buscarnos a Mami y a mi porque había fallecido nuestro bisabuelo, Enrique Cohén de Marchena, "Papaíque". Era la primera vez que se nos moría un familiar, y un familiar muy cercano y querido, a quien recuerdo de manera muy vívida.

En diciembre de 1946, justo el día de mi cumpleaños, la Secretaría de Educación me permitió tomar el examen de Sexto Curso, toda vez que entré a Séptimo sin haberlo tomado, en vista de que en aquel entonces se requería que el alumno tuviera los diez años cumplidos.

El Instituto-Escuela "Guillermina Medrano de Supervía" no logró superar la prueba de su independencia, y lamentablemente, doña Guillermina emigró hacia los Estados Unidos, cerrando el Instituto. En enero de 1947 entré al Colegio Dominicano de La Salle.

Dulces recuerdos, y el inmenso privilegio de haber recibido una educación primaria tan esmerada, tan especial, tan única, de manos de mentes tan preclaras, en un ambiente en el que se respiraba cultura, educación, respeto.

A todos ellos, nuestro más profundo agradecimiento. Su recuerdo nos acompaña en nuestras oraciones.

martes, 11 de mayo de 2010

UN FOSIL CAPITALEñO

Las palabras que utilizamos para nombrar lugares, los topónimos, son como pequeños grandes fósiles que atesoran entre sus letras una historia de muchos siglos. En su origen los topónimos se utilizaban para denominar a las personas que procedían del lugar. Así se transformaba en un nombre de familia, un apellido, que se heredaba de padres a hijos. Elio Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática de la lengua española, era natural del pueblo sevillano de Lebrija, en latín Nebrissa Veneria.

Un paso más en el camino de la lengua es el que realizó el topónimo que designa a nuestro Gascue: del nombre de un pequeño enclave en el Reino de Navarra, al norte de España, que cuenta hoy con unos veinticinco vecinos, al apellido del contador real Francisco Gascue y Olaiz, natural de este reino; de aquí a la denominación del ensanche capitaleño. La documentación histórica escrita, manejada por González Tirado en su interesante artículo sobre el tema, manifiesta una tendencia evidente al uso de Gascue. ¿Por qué entonces encontramos el tan abundante Gazcue?

Estos casos de vacilación ortográfica son frecuentes en los nombres de lugares y de personas. Todos podemos recordar apellidos con dobletes similares. Apunto como hipótesis que podríamos estar ante un caso de ultracorrección, que manifiesta una tendencia habitual entre los hablantes a tratar de corregir lo que creemos que decimos incorrectamente, incluso cuando no es así. Si queremos respetar la grafía tradicional, respeto del que tan necesitado está nuestra ciudad, en todos los sentidos, debemos optar por Gascue.


María José Rincón

viernes, 7 de mayo de 2010

jueves, 15 de octubre de 2009

HISTORIA DE GUIBIA

Investigado y escrito por: Ing. Antonio José Guerra Sánchez

Lo que hoy es la Avenida Independencia de Santo Domingo, a finales del año de 1800, se denominaba Camino de Güibia, salpicado en aquel entonces de estancias placenteras donde las élites capitaleñas se alejaban de las molestias de la ciudad intramuros. Estas estancias con el correr de los años se transformarían en los primeros barrios periféricos de la capital, al iniciarse la lotificación de esos terrenos en cuadras y solares.

Este camino de Güibia partía desde la Sabana del Estado (hoy Parque Independencia) hacia el oeste.

· El primer tramo, hacia el lado norte, correspondía a la Estancia de los Lugo, con 320 metros de frente. Hoy, el espacio de esa estancia lleva por nombre ENSACHE LUGO, por haber sido su propietario Tomás Joaquín Lugo Alfonseca (n. 21 diciembre 1836), natural de San Carlos de Tenerife (extramuros de Santo Domingo) y quién casó en la Iglesia de San Carlos, el 16 de agosto de 1864, con su compueblana Cecilia Herrera Viera. Fueron los padres del historiador y hombre de letras Isidro Américo (11 abril 1870-4 agosto 1952), de Ana Teresa (n. 17 octubre 1865), Félix Santiago (29 agosto 1868-11 junio 1942) y Manuel Joaquín (n. 1 enero 1867). Los Lugo descienden de Nicolás Lugo Yepes (1807-21 febrero 1845) y de Juana de la Trinidad Alfonseca Barias (1812-1891), siendo esta última descendiente de uno de los fundadores de la Villa de San Carlos en 1684, Don Francisco Alfonseca o Fonseca y de Doña Petrona Díaz originarios de Tenerife, Islas Canarias.

· A continuación de la Estancia de los Lugo y siempre a mano derecha, estaba la Estancia de los Pichardo (220 metros de frente), cuyo propietario era José Dolores –Loló– Pichardo Betancourt (19 marzo 1852-7 diciembre 1904), natural de San Carlos, quien tuvo con Carmen Eulina Lapeiretta y con Baudilia Ceara Fondeur los siguientes hijos: Juana Evangelista (m. 21 enero 1963), José (n. 1886), Clara Eugenia (n. 12 agosto 1887), Bernardo Martín (n. 1889), Conrado Alberto (n. 1891), Pedro Octavio (n. 1892), Leticia (n. 28 noviembre 1895), María (n. 3 mayo 1897), Lidia (n. 27 marzo 1898), Luz Pichardo Lapeiretta (n. 4 noviembre 1898), y el que fuera Secretario de Estado del Tesoro, Don José Furcy Pichardo Ceara (26 abril 1891-23 octubre 1973). Don Loló era hijo de José Antonio Pichardo Tejera (1817-1888), luchador febrerista y uno de los firmantes del Acta de Separación del 16 de enero de 1844, y de la sancarleña Juana de la Cruz Betancourt Lara (1810-1886). Marchó a Santiago de Cuba en 1903 como exiliado, al caer el gobierno de Alejandro Woss Gil y allí muere. Lo que era su estancia forma hoy parte del ENSANCHE PRIMAVERA.

· Inmediatamente seguía en el lado norte la Estancia de los De Castro (540 metros de frente). Su propietario era el banilejo Apolinar de Castro Lara (23 julio 1836-20 noviembre 1889), quien con María Virginia Gómez Alfau (n. 20 enero 1843) tuvo a Heriberto Rafael (n. 30 marzo 1864), Lea (n. 22 marzo 1865) y Publio de Castro Gómez (1866-1879); con Dolores Alfau Bastidas tuvo a Mercedes (n. 1879) y a María Teresa de Castro Alfau (n. 1881). Don Apolinar de Castro era hijo del prócer de la Independencia y Presidente Constitucional Jacinto de Castro (15 agosto 1811-13 diciembre 1896) y de María Concepción de Lara Suazo. Los De Castro pertenecen a las familias de la zona de Hincha que se vieron precisadas a huir de las invasiones haitianas. Una calle de este sector honra la memoria de Doña Lea de Castro Gómez, quien casó el 23 de julio de 1885, con Enrique Henríquez Alfau (30 noviembre 1859-5 junio 1940). Son los padres del poeta y escritor Rafael Américo Henríquez de Castro (30 septiembre 1899-11 enero 1968).

El Ensanche Primavera, como hoy se denomina parte de esa zona, debe su nombre al primer hipódromo que existió en la capital, cuyos establos y graderías podían ser observados en épocas posteriores en el Instituto Escuela, ubicado en la calle Socorro Sánchez.

Otras estancias dignas de ser mencionadas ocupaban el litoral sur del Camino a Güibia hacia el oeste: la Estancia de los Gautier (de Manuel María de la Concepción Gautier y Evarista Rafaela Hinojosa Campillo), la Estancia de los Báez (Teodoro Osvaldo Buenaventura Báez Machado y Sarah Hortensia López-Penha Marchena), la Estancia de los Damirón (Juan Bautista Amable Damirón Burgos y Andrea Rodríguez-Objío), la Estancia de los Nanita (Abelardo Nanita de la Rosa y Aurelia Camelia de León), la Estancia de los Vicini (Juan Bautista Vicini Cánepa y Mercedes Laura Perdomo Santamaría). Aún muchas de las familias mencionadas conservan propiedades en estas zonas citadas.

EL GAZCUE DE MARCOS POLANCO

Por Olga Margarita Gomez Cuesta

La estirpe Polanco-Chicoteau-Henault fue fundada, en 1824, en la República Dominicana, por el matrimonio de Manuel Polanco y Josefina Adelaida Chicoteau o Josefina Henault.

Manuel Polanco nació en San Juan de la Maguana, alrededor de 1802. De profesión zapatero, sirvió como Sargento del Regimiento Fijo de Puerto Rico, en Santo Domingo, al mando del Coronel de Infantería Isidoro Linares. Su esposa Josefina Adelaida era hija de Fortuné Henault, platero, natural de Haití y una dama de apellido Layssi, natural de Nueva York, Estados Unidos de América, de cuya ascendencia no tenemos datos.

En su unión procrearon a: Luis Oven (1824), María Manuela (1826), María Apolonia (1928), José Manuel (1830), Petronila (1832), María Josefa (1835) y Marcos Bartolomé, nacido el 25 de abril de 1838.

Marcos Bartolomé Polanco Chicoteau-Henault se destacó como la figura más polémica que haya vivido en Gascue desde sus inicios. Los que lo conocieron profundamente le atribuyeron dotes de hombre sencillo, con una visión clara para engrosar su patrimonio personal. Sin embargo, rodeada de una ola de misterio, la imagen de don Marcos fue sacrificada, hasta mediados del siglo XX, por la ignorancia de las gentes de su tiempo, que le achacaban el haberse enriquecido con las botijas que, Don Francisco de Gascue dejó abandonadas en los terrenos adquiridos por este. Otros mitos y leyendas se tejieron en torno a esas propiedades, entre los que se incluyen casas embrujadas, fantasmas, mapas del tesoro, esclavos negros sacrificados, zombies y otros personajes de las películas del cine mudo. La realidad era muy distante a esos rumores, usados como entretenimiento por los jóvenes de la zona después de la hora de la cena, en una ciudad que no tenía nada que hacer.

Don Marcos viajó joven a Venezuela, de donde regresó con su socio Aquiles Bermúdez, miembro de una familia de curtidores de pieles en la tierra araucana e instalaron una tenería en la margen oriental del Ozama, en el poblado de Pajarito, que luego trasladó a su propiedad en la Avenida Bolívar. Esa decisión se convirtió en el primer gran conflicto entre vecinos de la nueva zona residencial en los terrenos de Gascue, que de repente se vio invadida por el hedor de una industria curtidora de pieles, justo en la entrada del espacio donde muchas familias pretendían vivir en paz, al margen del comercio de la ciudad intramuros.

Esta propiedad la había adquirido Polanco a finales del siglo XVIIII. Colindaba al oeste y al norte con los potreros ¨Mis Amores¨ y ¨La Generala¨ de Don Pedro A. Lluberes (lo que hoy se puede entender como la calle Dr. Delgado), pasaba al sur del Palacio Nacional hasta la hoy calle Manuel María Castillo, tomando la 30 de Marzo, que era el limite este de la propiedad. Al sur colindaba con la Sabana del Estado, hoy parque Independencia, y tomaba la Avenida Bolívar, regresando hacia la Dr. Delgado. Es como, más o menos, se puede graficar hoy esta parcela, que se estima fue adquirida a un centavo el metro cuadrado.

En los primeros años del siglo XX, Marcos Polanco inició la urbanización de su propiedad, vendiendo solares, edificando viviendas y utilizando un modelo casi idéntico en todas las casas, de las que aún quedan algunas conservadas en las dos primeras cuadras de la Avenida Bolívar, incluyendo la del propio Polanco

El primer terreno en la acera norte de esa avenida, hoy esquina Julio Verne, se mantuvo yermo por muchos años y en las décadas de los años 40 y 50 era utilizado por los circos y ferias que visitaban el país. Posteriormente edificado, el lugar hoy luce arrabalizado, con un control de guaguas justo donde fueron acribillados algunos de los héroes del 30 de mayo de 1961.

La calle Julio Verne fue asiento de distinguidas familias de la capital, entre las que se recuerda la casa de los descendientes del Patricio Sánchez, donde nació y se crió el poeta Enriquillo Sánchez.

Se dice que Marcos Polanco llegó a tener más de cien casas en alquiler y que la gran mayoría fueron destruidas por el ciclón de San Zenón, lo que lo forzó a vender esos terrenos como solares a legendarias familias de intramuros y de San Carlos, que criaron a sus descendientes durante el apogeo de este sector en los años treinta, cuarenta y cincuenta.

Marcos Bartolomé Polanco Chicoteau-Henault casó en 1861, con Genarina Paredes (1848-1903) procreando a:

Manuel María, nacido el 16 de febrero de 1862, quien casó con Adriana Billini Aristi, hija de Esteban Billini, Prócer de la Independencia y Concepción Aristi, natural de Baní.

Josefina, que casó con Manuel Durán Bracho, hijo de Manuel Durán, médico, natural de Maracaibo, Venezuela y María Altagracia De la Concha, hija del prócer Tomás Eleuterio de la Concha y López.

María de las Nieves, nacida el 4 de febrero de 1868, casó con Arquímedes Cruz Álvarez, hijo de Manuel María Cruz Lepín y Dolores Álvarez. Marcos, nacido el 13 de febrero de 1870, casó el 3 de marzo de 1906 con Edelmira Baralt hija de Nicolás Baralt, natural de Maracaibo, Venezuela y Rosa Sanabria.

Julio (1872-1873) y Pedro Julio, nacido el 20 de enero de 1881, quien casó el 25 de diciembre de 1915 con Graciela Aybar, hija de Federico Aybar Sainz (1826) y Trinidad Vilquez o Vilchez, natural de Azua, quienes a su vez, procrearon a Gladys y Amada, distinguidas damas que aún residen, en parte de los terrenos originales de su abuelo, en la calle Uruguay.

REPARTO LA AGUEDITA

Por Olga Margarita Gomez Cuesta


En los primeros años del Siglo XX, se llamaba Gascue o Gazcue la porción de terreno donde hoy se encuentra la Plaza de la Cultura, la embajada de los Estados Unidos y el Banco Central. Fue justamente en los terrenos del Banco Central donde se construyó la primera casa de este ensanche que, hasta después de mediados de ese siglo, fue la cuna de la aristocracia capitaleña.

Esta primera vivienda, construida al estilo inglés por el banquero inglés Henry Hunt Gosling Smith (casado con la capitaleña Blanca Petronila Pelegrina Ricart Pérez), consistía en un hermoso “chalet”, como se denominaba, erigido en el centro de la propiedad y rodeado de una copiosa grama verde, árboles y jardines con pendientes al sur.

Por siglos, la élite capitaleña había vivido intramuros y ya a finales del Siglo XIX, la densidad poblacional del casco urbano era tan espesa que, las familias tradicionalmente acomodadas comenzaron a perder un miedo acuñado por cuatro centurias, decidiéndose a salir de las murallas. En ese entonces, San Carlos y Galindo eran poblaciones periféricas. Ciudad Nueva era una zona adosada a la muralla.

En busca de paz y salud empiezan a surgir pequeñas estancias de veraneo más allá de la “Sabana del Estado” o “Ejido de la Sabana”, amplio terreno al oeste de la Puerta del Conde y lugar que se usaba para la caza de palomas y el maroteo de los muchachos, que luego fue convertido en el Parque Independencia. Allí se inauguró en 1824 el Cementerio Municipal de Santo Domingo. A partir de ese espacio surgieron los “caminos” hacia el oeste, posteriormente convertidos en las avenidas Independencia y Bolívar, entre otras. Surgen por supuesto los grandes empresarios inmobiliarios de la época.

Uno de ellos, fue el pionero urbanizador don Pedro A. Lluberes, propietario de grandes extensiones de terreno limitadas al oeste por la “Sabana de Estado” que compró a don Casimiro de Moya; al sur, por la hoy avenida Bolívar hasta la hoy Máximo Gómez, y al norte, lo que es hoy el Palacio Nacional, o los terrenos de “La Generala” (donde a inicios de 1800 estaba la estancia de Josefa Delmonte Pichardo, viuda de Don Juan Sánchez Ramírez, el prócer de la Batalla de Palo Hincado); al este, estaban los terrenos de Marcos Bartolomé Polanco Heneault y más al sur-oeste, junto a “La Primavera”, los terrenos de Enrique Henríquez y Lea de Castro. Esta propiedad que llamó “La Generala”, era asiento de un gran enclave agroindustrial que se extendía hacia el norte hasta La Esperilla, donde se encontraban los potreros que don Pedro llamó “Mis Amores”.

En la primera década del Siglo XX, don Pedro decidió urbanizar esos terrenos agrícolas, dividiéndolos en solares de mil metros cuadrados, con regulaciones contractuales en cuanto al tipo de construcción y exigiendo la conservación de los espacios verdes. También construía viviendas terminadas casi todas con las mismas características y fachada, las cuales tenían una gran demanda en el mercado. Una de las características, eran los sótanos, que sirvieron para salvar muchas vidas en el ciclón de San Zenón.

Hombre amante de su familia, don Pedro reservó en el corazón de estos terrenos un espacio donde erigió “La Aguedita”, un residencial bautizado en honor a su esposa, Agueda Rosa Saviñón Bona, en el que construyó catorce viviendas, una para cada uno de sus hijos. Hoy, “La Aguedita” sigue siendo un oasis en medio del bullicio.

Don Pedro Antonio Lluberes Saviñón, nació en la ciudad de Santo Domingo, en 1855. Fueron sus padres Félix A. Lluberes Álvarez y María de la Encarnación Saviñón Piñeyro, primos. El 11 de abril de 1878 casó con su prima Agueda Rosa Saviñón Bona, nacida en 1857, hija de Francisco Saviñón Piñeyro y Agueda Bona Hernández, hija de Ignacio Bona y Juana Hernández.

Sus catorce hijos fueron: Pedro Altagracia de las Mercedes (1879), quien casó con Ester Herrera Alfonseca; Julio César (1880), quien casó con Aminta Peña Cifré; Agueda Rafaela (1881), quien casó con Vetilio Arredondo Miura; Luís Napoleón (1883), quien casó con Dalila Richiez Noble; Oscar, quien casó con su concuñada Venecia Herrera Alfonseca; Asia, soltera; Héctor, quien casó con su prima Blanca Benicia Piñeyro Lluberes; Barón Belarminio (1889), quien casó con su prima y concuñada Carmela María Piñeyro Lluberes; María Julieta (1891), quien casó con Juan Bautista del Toro Andujar; Grecia, soltera; Edmundo Rodolfo (1894), quien casó con Rosa Mejía Sánchez; Natalia Marina Concepción (1896), quien casó con Luis Adolfo Cambiaso Mejía; René (1891), quien casó en Venezuela con Josefina Domínguez y Rafael, soltero.

Don Pedro Antonio Lluberes Saviñón, muere en Santo Domingo, el 25 de diciembre de 1919 y su esposa Aguedita, falleció el 6 de junio de 1940.

ENSANCHE PRIMAVERA

Por Olga Margarita Gomez Cuesta

El Ensanche La Primavera surgió en el año de 1911 y debe su nombre a la espectacular belleza floral de estos terrenos, propiedad de don Enrique Henríquez Alfau y que fueron fusionados, hacia el este, con una porción de terreno propiedad de la familia De Castro, por el matrimonio de don Enrique con Lea de Castro.

Los límites de la propiedad se definían más o menos así: al este, un lindero muy irregular producto de la fusión y que se podría definir como la hoy calle Danae; cortando hacia la hoy calle Garcia Godoy, tomando al norte la acera sur de la avenida Bolívar (Camino de Santa Ana) hasta llegar al oeste bordeando los terrenos de los Alfonseca, antiguamente de los Gautier, hoy calle Socorro Sánchez. Al sur, la calle Lea de Castro hacia la Pasteur, tomando una franja que colindaba con las grandes estancias de algunas familias distinguidas de la capital frente al mar Caribe. Después del ciclón de San Zenón, la parte sur de esta franja fue convertida en la Avenida Colombia (hoy George Washington), bajo la protesta airada de los propietarios de la zona. Parte de esos terrenos son actualmente ocupados por los hoteles Meliá y Jaragua, entre otros inmuebles.

Don Enrique Henríquez, inspirado por el éxito inmobiliario de su vecino Pedro Antonio Lluberes, en los predios de su finca al norte de la avenida Bolívar y comprendiendo la indetenible realidad urbana por el cambio de uso en los terrenos circundantes, ideó el desarrollo de un proyecto inmobiliario con grandes mejoras frente a lo que había hecho Lluberes, dotándolo incluso de un hipódromo, que posteriormente fue convertido en el estadio deportivo donde se escenificaron las más grandes competencias entre Licey y Escogido, ubicado donde hoy se encuentra el Instituto Escuela, prestigioso centro educativo fundado por los descendientes de Don Enrique.

La diferencia entre lo desarrollado por Lluberes y el Ensanche La Primavera se hizo notable por las amplias aceras y las anchas calles de 14 metros de ancho lineal que construyó Henríquez Alfau, medida igual a la utilizada en la avenida Independencia. El concepto residencial estrenado era de enclaves de lujo para familias de una clase con mayor rango económico que la de los clientes de Lluberes, ajustándose a una visión tan competitiva que llegó al extremo de aislarlo, trazando las calles de manera que no coincidieran con las de Lluberes, en el tramo Norte de la avenida Bolívar.

Es por ello que hoy se hace tan caótico el tránsito vehicular de sur a norte de un Gazcue totalmente dividido por Enrique Henríquez. Para colmo, los otros propietarios que continuaron el desarrollo de viviendas hacia la avenida Máximo Gómez se dedicaron a imitar ese mismo modelo, bloqueando el paso sur-norte por la avenida Bolívar.

Las primeras residencias lujosas de La Primavera se levantaron en las calles Pasteur y Cervantes (otrora elegantes avenidas) y muchas de ellas fueron casi destruidas por el ciclón de San Zenón y reconstruidas posteriormente, dando paso a residencias aún más lujosas que las originales, de las cuales una mínima parte permanece conservada.

Don Enrique Henríquez Alfau, nació en la ciudad de Santo Domingo, el 30 de noviembre de 1859. Su padre, Idelfonso Henríquez y Carvajal (1841), era hijo de Noel Hernríquez, natural de Curazao y Clotilde Carvajal. Su madre, Belén Alfau (1839), era hija de Antonio Abad Alfau Bustamante (1817-1871), anexionista, colaborador de Pedro Santana y Vicepresidente de la República en 1856 y de María del Rosario Villanueva (1820-1846).

Abogado, político, intelectual y hombre de elevada formación moral, casó en primeras nupcias en 1885 con Lea de Castro, nacida el 22 de marzo de 1865 e hija de Apolinar De Castro Lara (1836) y Virginia Gómez Alfau. De esta unión nacieron Enrique Apolinar (Don Quiquí), el 6 de junio de 1886, ardiente opositor a la invasión norteamericana; Eduardo Noel, en 1888, Belén Elvira, el 25 de enero de 1889 y quien casó con Ricardo Pérez Alfonseca, hijo de Guillermo Alfonseca y Juana Pérez; Abad (Don Babá), director fundador del Instituto Escuela, quien casó con María Teresa Rodríguez Gautier, hija de Amadeo Rodríguez y Mercedes Laura Gautier; y Rafael Américo, el 30 de septiembre de 1899.

Enrique Henríquez Alfau casó en segundas nupcias con Oliveta Calero Travieso, hija de Manuel María Calero Lòpez y Evelina Travieso, con quién vivió en su hermosa residencia de la calle Hermanos Deligne, desde el 1928 hasta la hora de su muerte el 5 de junio de 1940.

Ese monumento viviente de la arquitectura de Gazcue, ubicado entre las calles Lea de Castro y la avenida Independencia, se mantiene en pié de lucha contra quienes han iniciado la destrucción de la invalorable herencia que dejara la primera generación de arquitectos dominicanos.

¿GAZCUE O GASCUE?

Paradojicamente, mientras mas se reduce, mayor quisieramos que fuera en su dimensionali dad territorial. Del rimbombante “gran Gascue” se habla y escribe desde hace otros tiempos. Tanto lo apreciamos que hay quienes han hecho llegar el mito urbano hasta las lindes del malecon. Originalmente era una hacienda, grande, eso si. Se puede apreciar su magnitud si se revisa la cartografia levantada por Casimiro de Moya para su plano de la ciudad de mayo de 1900. Pertenecia a Francisco Gascue Olaiz, escrito asi mismo, con ese, pero con zeta en el ultimo y extraño apellido. Aparece referido como tal en el libro “El papel moneda dominicano”, tomo I, 1782-1912, de los autores Miguel Estrella e Issac Rudman. Y lo que alli se dice de ese personaje mueve a reflexion. Al pie de la pagina 28 (tercera cita), se puede leer, y citamos: “En una auditoria realized al Contador Real de Santo Domingo, don Francisco Gascue Olaiz, se encontraron algunos fajos de billetes falsos, dando motivos a una investigacion en la que se involucro al funcionario real en el acto doloso. Hecho prisionero, fue conducido a Caracas de donde nunca mas regreso ni se supo de el. A Francisco Gascue se le debe el nombre de un importante sector de la ciudad de Santo Domingo. Antiguamente la avenida Bolivar fue conocida como Camino de los Gascue, por conducir desde la zona intramuros a la hacienda donde el residia con su familia”. Ya en lo adelante, cualquier comentario esta demas… Por Emilio Jose Brea Garcia

FAMOSO ASALTO AL BANCO DEL PROGRESO EN LA AVENIDA INDEPENDENCIA ESQUINA SOCORRO SANCHEZ EN GAZCUE











LA MUERTE DE TRUJILLO Y GAZCUE

En Gazcue se planificaron las acciones que dieron al traste con el dictador Trujillo. Los componentes principales de la acción eran residentes de Gazcue.



Se recuerda que Trujillo fue muerto en el Malecón. Sin embargo, su residencia, es decir, desde donde éste partió a su destino, que era San Cristóbal, estaba ubicada en Gazcue, específicamente en la calle César Nicolás Penson.

A las siete de la mañana del miércoles 31 de mayo –un día después de ocurrido el hecho de sangre que acabó con la vida del tirano--, por ejemplo, Fernando Amiama Tió, hermano de Luis Amiama Tió (uno de los participantes en el ajusticiamiento), trasladó a su esposa Nassima y a sus hijas Ana María, Altagracia y Pilar a la residencia de los esposos Juan Max Alemany e Irene Diná de Alemany, a la calle Cervantes NO.25, de Gazcue.

Estrella Shdalá, otro de los complotados, fue atrapado por las fuerzas trujillistas al pasar por el restaurante El Dragón, situado frente al parque Independencia.

Juan Tomás Díaz y Antonio de la Maza, dos protagonistas del evento, fueron acribillados a balazos por las fuerzas del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) en la calle Julio Verne a esquina Bolívar, frente al parque Independencia.

Antonio Imbert Barrera, otro de los participantes en el ajusticiamiento del sátrapa Trujillo estuvo escondido en el apartamento donde residían Mario (ex soldado de la Segunda Guerra Mundial, perteneciente al ejército de montaña) y Dirse Cavagliano, funcionarios de la embajada italiana en el país. La residencia estaba situada en la calle Juan Sánchez Ramírez a esquina Mahatma Ghandi, en pleno Gazcue. Imbert penetró a la casa el 2 de junio y se mantendría allí hasta el 3 de diciembre de 1961.

GAZCUE EN LA DESAPARICION DE NARCISO GONZALEZ

Otro uniformado llamado a interrogatorio fue el entonces coronel de la Policía, Ramiro Terrero García, quien era comandante de la zona Sur de Santo Domingo, con asiento en el destacamento de Gascue. Sostuvo que era incierto que la noche del 26 de mayo del 1994 hubiera recibido allí a personal del DNI, y que con relación a la ausencia del doctor González sólo sabía lo que habían dicho los medios de comunicación y las instrucciones de la Jefatura de la Policía en el sentido de activar la localización de esa persona. En términos parecidos se pronunciaron el segundo teniente Víctor Manuel González Núñez, el sargento Inocencio Trinidad Velorio, el cabo Juan Antonio Liviano Pirón, el cabo Santo Salvador Antuna y Antuna, y el raso Luis Manuel Santana Pantaleón, quienes estuvieron laborando en el Departamento de Gascue en mayo del 1994.



La mujer que vendía café en el hipódromo Perla Antillana y vió a Narciso González en ese lugar resultó ser Lucrecia Puente Mateo (alias Miriam). Al ser interrogada informó que, ciertamente, vió a Narciso alrededor de las 2:30 de la tarde y que éste le manifestó que casi se estaba yendo. Cerca de las 5:00 de la tarde, según dijo, lo volvió a ver en el mismo lugar.

El mecánico Danilo Cecilio Nazario (alias Renco) dijo que vió a Narciso abordando un autobús público luego de estar en el hipódromo Perla Antillana, y que alrededor de las 6:00 de la tarde él (Danilo) se quedó en la esquina de las calles Bartolomé Colón y Tunti Cáceres.

LA FAMILIA ANDRES FUE FUNDADA EN GAZCUE

La inquietud y posterior unión de un grupo de estudiantes universitarios que hace veintisiete años se juntaron, dio como resultado la creación de La Familia André, un concepto musical que rompió los esquemas existentes hasta entonces en el país. Iniciaba el año 1981.



Como lo afirma su líder Fernando Echavarría, la agrupación siempre estuvo conformada por artistas, no por músicos, pues, según explicó en La Familia André todos somos protagonistas”.

Echavarría, quien en estos momentos se prepara con el grupo para dar a conocer su producción número 16, afirmó que la merma de la música, sobre todo del merengue, se debe a que no hay aporte a la misma.

“La música ha cambiado en muchos aspectos, pero la venta de todo lo que es producción musical ha bajado, sobre todo en el merengue, porque no hay creatividad alguna”, afirmó.
En ese sentido dijo que con relación al merengue los arreglos son repetitivos. Todos son iguales. No obstante dio crédito a los bachateros que, según él, son mas creativos.

Caribe Fusón
La Familia André es la referencia para el género “Fusón”. Así lo confirmó su creador e ideólogo Fernando Echavarría.

“Yo bauticé el “fusón” en el año 1986 y eso está plasmado en el disco “Caribe fusón”. Ese álbum es el punto de partida de lo que es este contagioso ritmo”.

El interprete de “Nandé” agregó que con sus conocimientos musicales fue que pudo dar con la creación del “fusón” que hoy todos conocen: “la incursión de guitarra eléctrica y sintetizadores, que se utilizaban en género como el rock y el jazz”.

La ceguera
Fernando, que lleva varios años padeciendo de retinopatía, a consecuencia de la diabetes, fue recientemente operado de la vista, y aseguró a este diario que la intervención le recuperó la visión que le hacia falta.

“Mira, yo soy diabético y en 1979 me operaron de desprendimiento de retina. Ahora con esta nueva operación puedo distinguir los detalles, mi salud marcha positiva”, añadió.

Producciones
Tras su receso en el mercado local, el grupo grabó tres discos que se hicieron sentir en el extranjero, sobre todo en Centro y Suramérica donde tiene una legión de fans cautivos.

Las frases de Fernando Echavarria
Familia André descuidó el mercado local”.
Todos los merengues son iguales. Se repiten”.
La Familia André nunca se manejó con payola, siempre tuvimos apoyo desinteresado”.

Las claves
1. El concepto

El estilo de la música fue creado por todos los integrantes con una dinámica de grupo, sobre la base del género son tradicional.

2. Dinámica de grupo
“Yo doy la pauta de lo que quiero, pero todos participamos en los arreglos. Carlos Mario Echenique tuvo mucho que ver con el estilo musical de la Familia André. Es uno de los fundadores de este concepto”, explicó el artista.

Antecedentes
Origen

Surge en 1981 como una idea de Fernando Echavarría, que entonces era estudiante de arquitectura en la Universidad Pedro Henrriquez Ureña -UNPHU-.

Fundadores
Fueron siete estudiantes de diferentes universidades que se reunieron en la casa materna de Echavarría, en en la calle Caonabo No. 20 de Gazcue.


Revelación
En 1982 fueron Revelación del Año en los Premios Dorados.